miércoles, 11 de junio de 2014

Independiente: La Diabla Diosa

De tus tetas habla el estadio. En la Peña lo cuentan y, milagrosamente, se multiplican tus tetas en zaguanes, fiestitas de Quince, bares, velorios, siestas de mates con tortas fritas, salidas de las escuelas y donde pinte nombrarlas, porque tus tetas, Diabla Diosa, engualichan al pueblo o, mejor dicho, al pedazo de pueblo que las nombra.
El Cura, que escuchó de ellas, y no precisamente en el confesionario, decide intervenir. Dice que el Diablo tiene que pasar a pagar su factura por la Casa del Señor. Lo dice en serio. Te convoca por carta, pide la intercesión de tu santa madre (Presidenta de la Liga de Madres de Familia) y lo dice al aire, en la radio donde aclara que, para él, tu diablura, Roja, y tu locura de pelar las tetas en medio de un partido son motivos suficientes para practicar un exorcismo.
Te convoca a hacerlo, aunque nunca haya hecho uno, pero sabe que siempre hay una primera vez y cree merecerse el debut, tener su partido soñado, ese que lo convertirá en el ídolo de las multitudes.
Y vas porque tenés la camiseta roja en el alma y nunca arrugás, la jugás donde sea, y tus tetas se hacen enormes cuando te toca de visitante.
El tipo con sotana te espera afuera del templo, protege la valla gótica, tiene las manos abiertas, quiere atajarte, quiere atarjarlas, no sabe a cual primero, pero va a usar las manos para terminar con este partido.
Te le ponés cara a cara y el cura, antes que hola, dice soy de Chaca, Funebrero, te lo aclaro para que no me pienses de la Academia, y arranca, Señor, grita con los brazos abiertos, te pido que saques el demonio de este cuerpo y te mira las tetas, metidas adentro de la camiseta diabla.
Tus ojazos de puntas estiradas, verde-césped-recién-cortado, le clavan la mirada. El Cura tira un paso a la retranca, arruga, porque te ve más Diosa que Diabla; confundido, entiende que todo se le complica y lo dejás mal parado.
Debajo del arco gótico, queda en ridículo, bajo la atenta mirada de los hinchas que arremolinan las ganas de ver el exorcismo, ese que haría sacar las tetas diablas y curarte por siempre.

Y vos que te das cuenta de que ya ganaste, no lo gozás de más, tenés códigos, tenés el gen de la jugadora que hace la historia, entonces no sacás las tetas, estirás el brazo derecho y, con la mano abierta, dibujás una cruz en el aire y te vas.
Juan Guinot, Junio 2013
Relato publicado en la antología "Gambeta Cero" (Chelén, 2013)