Yoel Eduardo le tira una perdida a Gonza. Gonza tarde más de
lo habitual para devolverle el llamado. Yoel Eduardo se pone en reclamito, le
dice que si los amigos no están cuando se necesitan esto se va al carajo y
Gonza lo frena, sabe que está nervioso por algo y le interesa saber por qué.
Conoce a Yoel Eduardo hace rato y sabe que su amigo se pone así cuando algo muy
importante pasó por su vida. Como buen coach, primero lo serena, opta por
técnicas nada agresivas. Una vez vio lo de las domas racionales para los
caballos y está por aplicar una versión libre de doma racional para Yoel
Eduardo. Empieza hablándole suave, le cuenta cosas del tiempo, la tormenta, la
ropa de invierno, los resfríos, los bronquios inflamados, los pechos tomados. Y
repite pechos varias veces. Nota que la respiración de Yoel Eduardo se amansa.
Tira un último pecho y le suelta ¿cómo van las minitas?. Yoel Eduardo le cuenta
lo del WhatsApp de anoche de Wanda Nara. Gonza dice Pechos (todavía seteado por
el método de doma racional) y Yoel Eduardo sigue con la historia. Wanda Nara se
le metió en el WhastsApp, justo antes de entrar a la función del teatro y él no
supo como manejar la cosa, le dije que estaba ocupado, que no podía atender,
siente que arrugó, que quedó como un pelotudo, sobre todo porque ella le
ofreció juntarse. Yoel Eduardo hace un silencio, lo alarga, está esperando que
Gonza pregunte y Gonza lo hace (casi sufriendo): ¿qué le dijiste? . Yoel
Eduardo le dijo que quedó en whatsappearla. Y Gonza se pone al palo, dice que
con esa chica pasa al frente, que lo hará famoso en un segundo, que es un
huracán mediático, que todo lo que toca lo combierte en quilombo, que este
momento es la gloria, que no se olvide de los amigos cuando pase al frente. Y
no habla más, Yoel Eduardo corta el llamado. Sabe que la cosa no será fácil, que
está por dar el último paso de una cadena de fracasos. Siente cercano el fin. Los
finales nunca le gustaron y por eso, por masoquista, se tomará un día más, en silencio
de WhatsApp y llamadas perdidas, se dejará aturdir por los pensamientos, mientras
el moscato, la pizza y el fainá de Banchero le empastan la lengua.