viernes, 9 de mayo de 2014

Karina Jelinek, sabelo, para Yoel Eduardo la semana no acaba. Nunca acaba. Te tiro una perdida. Cibersodio 51


Yoel Eduardo le tira una perdida a Gonza. Gonza lo llama al toque. Oye, la voz ralentizada del amigo que cuenta que en el filamento del foco del reflector vio la cara de Karina Jelinek y que cree que, como Gautama Buda se iluminó debajo de un árbol, él se iluminó debajo del seguidor del teatro y no cuenta más.
Gonza, rápido para no perder a su pupilo (y aliviado porque no le vino con el cuento de que quería levantarse a Sandra Mendoza), lo corre para el lado que dispara, le dice que esa es su nueva misión, que tocar a alguien de el Bailando (el programa con más rating de la tele) lo hará famoso. Gonza, astuto, le pide que no le cuente nada a Agustina Kampfer y Papá Amy. Que conquiste, primero, a Karina Jelinek y después vaya a darles (en pareja) la buena nueva (con la velada esperanza de que la Jelinek le borre de la mente a la pareja lavadora de espíritus).
Gonza le dice que Karina Jelinek es una chica que se va a re-contra prender con temas del alma, que tiene un alma para recorrer, un corazón enorme y unos pechos del tamaño de las pirámides de Egipto.
Y Yoel Eduardo, balbucea, se le traba la lengua, como cuando Max Headroom se tildaba, se percibe el conflicto de intereses, la latencia de un estado de aquel que vuelve al concepto de atracción femenino por los registros arcaicos de la lactancia.
Gonza, apuntala su obra, siente que lo recupera para el lado de los buenos, con armas nobles, le decir que que recuerda perfectamente que el teléfono de Karina Jelinek está entre los 194 contactos que le pasó y, casi como al pasar, le sugiere que lo de escribirle mensajitos por WhatsApp será para la diosa como leer mensajes del Cielo. Cambia el tono de voz, sabe que su mensaje ya entró en el discípulo, tiene que darle la estocada final del coach que es, y le larga: vas a ver cómo Karina Jelinek, ni bien te lea y entienda de qué madera estás hecho, abrirá las alitas y lucirá la argolla dorada sobre la cabeza, ahí te vas a convencer que ella es la enviada del Cielo.
Yoel Eduardo corta, algo en él crece, crece, crece, crece, crece, crece y crece.