Nolo Meza llama a Gonza.
Le dice que en el banco le dieron un curso de mandos gerenciales y aprendió que
es importante evaluar la gestión, medir los desvíos entre lo real y lo
planificado, porque haciendo eso, el nuevo plan será más ajustado. Gonza responde
un bueno, entregado. Entonces, Nolo Meza le dice, por ejemplo, que incluyeron
Uruguay en los llamados (de vuelta lee su caso testigo del bloc de notas), para
darte un caso, Vidal Domínguez, Rosario, dice que por Montevideo no se lo vio
me pidió (ya que llamaba desde Buenos Aires) si podía hacer puente telefónico y
contactarla con una amiga, una tal Karina, de Villa Crespo. Con esto quiero decirte
(ya no lee del bloc) que el nivel de desvío negativo, en toda mi gestión de
llamados, respecto del plan original es fatal. Si no fuera porque todo lo paga
el banco, hoy estarían fundidos.
Y sí, dice Gonza, y
escucha de fondo como los telemarketers del Santander siguen preguntando por
Yoel Eduardo, mientras siente una puntada en la panza. Extraña a Yoel Eduardo, añora
loa viejos tiempos con el amigo, la melancolía domina su ánimo y, sabe, que la
melancolía es la sala de espera en la casa de la tragedia. Por eso, entiende, que
la cosa entró en un irreversible estado final e irrecuperable.
Para no contagiarle el
tono fatalista al amigo que, según cree oír, sigue arengando a la tropa de
telemarketers para que sigan llamando a diestra y siniestra para dar con Yoel
Eduardo, le propone verse al mediodía para almorzar en el Nac&Pop de
Corrientes y Montevideo. Nolo Meza, recontra acelerado por la cafeína le dice
que sí y celebra el lugar elegido.
Gonza cuelga. Apoya el
celular sobre la mesa. Se lleva las manos a la cara. Por entre los dedos, se
filtran lágrimas y mocos.
El celular suena. El
timbre se corta y a Gonza se le corta la respiración. Con pulso tembloroso, manotea
el teléfono, mira la pantalla. La llamada perdida vino del teléfono de Yoel
Eduardo.