El problema, le dice Yoel Eduardo a Nolo Meza, no
es estar solo, sino que la fama siga ahí, sola, sin él. Entonces, le explica,
no está desesperado porque no consiga, finalmente, enlazarse al corazón de una
mina. Muy por el contrario, le irrita, que al dilatarse el acople afectivo con
una actriz que esté recontra buena y sea súper conocida, el salto a la fama,
que debería llegarle por simbiosis, no se dé. Se lo explica así, casi enojado,
porque, al otro lado del teléfono, Nolo Meza le acababa de sugerir que salga
con una chica de su equipo de telemarketing del Banco Santander, porque es
facilonga y por lo menos va a darle una alegría.
Nolo Meza, rápido de reflejos, entiende a dónde
apunta el ex compañero de trabajo, cambia el rumbo en el aire, le dice que lo
que le hizo (al sugerirle el amor de la chica del trabajo) no era real, sino
que formaba parte de una prueba ácida, algo que aprendió en curso que les dio
el banco para saber establecer metas y que puede afirmar que Yoel Eduardo es un
tipo comprometido con la Visión y Misión de su carrera actoral. Y no espera a
escuchar la aprobación de sus dichos, para levantarle el ánimo, explica que la
soledad es un estadio de superación personal y, viendo el caso de él, puede
aseverar que Yoel Eduardo es un ser cuasi iluminado.
El sonido de la respiración de Yoel Eduardo
abandonó los bucles graves para entrar en un tránsito laxo del aire. Nolo Meza logró
domar a la bestia, reconfirma sus habilidades y que es su acción de coach sobre
Yoel Eduardo logrará que se vea como diamante lo que hoy se percibe como bruto.
Retoma el discurso motivacional con la soledad como hilo conductor. Le dice que
lo de él es estar con una chica selfie porque esas chicas, siempre solitas con
sus cámaras, piden en cada disparo que alguien las encuadre, las acaricie con
primeros planos y juguetee con el dedo sobre el botón disparador hasta
colmarlas de satisfacción.
La respiración de Yoel Eduardo se encabrita. Algo
del mensaje hizo carnadura y, Nolo Meza, entiende, es mejor retirarse antes que
el amigo lo corte en seco.
Yoel Eduardo está en la sala vacía del teatro, al
pie del seguidor que (durante la función) manipula con sus manitas. Se queda
mirando la pantalla del celular desde donde su coach acaba de darle la nueva
orientación. El aparato, sobre la palma de la mano, con 194 teléfonos de
famosas agendados (esos que les pasó Gonza y robó de la agencia de promociones)
parece un universo basto, dar allí con su chica selfie es como encontrar la
aguja en el pajar.