En la primera y segunda
función no sumaron catorce espectadores. A Yoel Eduardo eso no debería
preocuparle, su puesto de Asistente de Iluminación le garantiza el sueldo. Pero
él, antes que nada es actor y sufre por sus colegas; calcula, rápidamente, que
el punto del borderaux no dará ni para pagar los fideos con pesto en Pippo.
Yoel Eduardo se angustia doblemente cuando oye al actor principal decirle al
secundario que esto les pasa por estar en una obra para el zurdaje y, le
advierte, que la guita está en el teatro comercial donde, con el mismo look que
usaste para hacer de San Martín te mandás un Beethoven, el populacho ni cuenta
se da y paga entradas carísimas.
Yoel Eduardo, tiene
ganas de intervenir, tirarse desde la planta alta, reclinarse ante el actor
principal y decirle “Maestro, muéstreme el camino”. Pero no hace falta que lo
haga, el actor secundario pregunta al actor principal cómo tiene que hacer para
saltar al circuito comercial y, el actor principal le contesta que tiene que
hacer lo imposible para almorzar con Mirtha Legrand porque, asegura, sentarse
en esa mesa la Chiqui te hace famoso. El actor secundario se queda pasmado, no
repregunta, y tampoco podría hacerlo porque el
actor principal se va del teatro y lo deja en la sala, conviviendo con
la energía que dejó un público fantasma.
Yoel Eduardo se
escabulle entre las sombras, debajo de los reflectores apagados, todavía
calientes. Le tira una llamada perdida a Nolo Meza, el ex colega de
telemarketing de Banco Río. Tras el affaire con Agustina Cherri, entendió que
él podrá orientarlo con sabiduría para llegar a una actriz famosa que le
contagie fama.
Yoel Eduardo intenta comentarle
sobre las dudas que tiene de cómo llegar a la mesa de Mirtha Legrand, pero Nolo
Meza lo para en seco, le dice que lo nota algo afectado por el desorden y la
ansiedad, que él puede ayudarlo, que es un especialista en Coaching después que
el banco lo mandó a un intensivo de tres días de Coaching en un resort de Ceibas.
Yoel Eduardo se queda
sin palabras. Nolo Meza aprovecha el silencio y, antes de pensar en una nueva
mina famosa, le aconseja serenarse, que haga meditación zen, ikebana, algo
japonés y el llamado se le corta.
Yoel Eduardo se queda
con ganas de hablar más y le tira una llamada perdida a Gonza. Gonza le
responde al toque y escucha atentamente las indicaciones que el nuevo coach de
Yoel Eduardo le dio; entonces Gonza, medio caliente (porque no le gusta ni
medio que Nolo Meza le haya quitado la centralidad en la relación con Yoel
Eduardo), le dice, que vaya al Centro Okinawense a hacer origamis y le corta.
Yoel Eduardo no se
enoja por el segundo corte telefónico que le hacen en menos de dos minutos. Él está
contento porque comprueba que las señales les siguen abriendo caminos para
llegar a su chica soñada. El comentario de Gonza de mandarlo al Okinawense fue
porque Gonza sabe que Yoel Eduardo hizo un taller de Origami, hace mucho
tiempo. Lo que Gonza no sabe es que, a ese curso asistían dos hermanitos revoltosos,
Nachito y Juanita Viale, nietos de Mirtha Legrand, la reina de los almuerzos.
Yoel Eduardo recuerda
haber visto el teléfono de la, ahora, famosísima Juanita Viale, en el listado de
194 teléfonos que Gonza robó de agencia de eventos donde trabaja.
La noche está en
pañales, piensa Yoel Eduardo, mientras la luz de la pantallita del celular baña
su cara.