Hay cosas que se caen de
maduro y para darse cuenta no hace falta ser maduro, le dice Gonza a Yoel
Eduardo, para calibrarlo, cambiarle la onda, porque, segundos antes, éste le
había confesado que, si bien tiene el teléfono de Isabel Macedo, no cree estar
preparado para atacar a semejante belleza. La frase que le ha dicho el amigo,
lo hace vibrar en el semitono del compromiso con una causa: el amor. Queda
sumido en un profundo silencio y Gonza interpreta que su mensaje logró el
cometido, entonces le dice que va a cortar para dejarle libre el teléfono, así
empieza a forjar la pareja que será tapa de la revista Caras.
Yoel Eduardo arde en el
convencimiento de que esta es su hora. En realidad, es poco menos que su cuarto
de hora porque el teatro está por cerrar. Debe actuar ya. Aprovecha que su Jefe
abandonó la sala de comandos de la sala (para ir a chapar con la actriz de recontra
reparto de la obra que acaba de iluminar) y se mete, a hurtadillas, para hacer
la primera jugada, de lo que será, una sucesión de embates victoriosos. Abre el
WhatsApp, busca el teléfono de su prometida y arranca:
Yoel Eduardo: Mírenla,
pero miren, pero mírenla (pulgar para arriba)
Isabel Macedo: (Manito
de saludo)
Yoel Eduardo: GUAPA!!!
(flor)
Isabel Macedo: (pulgar
para arriba)
Yoel Eduardo: Tu lunar
me pone en la luna.
Isabel Macedo: ok
Yoel Eduardo: (dibujo
de medialuna) ¿Desayunamos?
Isabel Macedo se
desconecta.
Yoel Eduardo se queda
mirando la pantalla con los intercambios, los relee y desmenuza cada palabra.
Está como el comentarista de fútbol que mira el replay de la jugada una y otra
vez para descubrir dónde está el penal que se cobró y que nadie vio.
Se sobresalta, llega
desde las butacas la voz del encargado de seguridad. El tipo habla con el
personal de limpieza. Sus oídos también captan los pasos de su Jefe y la actriz
de recontra reparto de la obra, detrás de bambalinas, después de entregarse a un
acto de lujuria express.
Yoel Eduardo sale de la
cabina de sonido y se topa con el tipo de seguridad. Para evadirlo, apela a sus
conocimientos de improvisación, se lleva el teléfono al oído, comienza a hablarle
a un teléfono inerte y frío, haciendo de cuenta que tiene alguien al otro lado.
Lo hace un poco para zafar del reto del tipo y otro tanto para que ya se
empiece a saber a quién le pertenece su corazón. Al esquivar al Guardia,
despliega todos sus dates actorales, compone una mezcla de Gila y Claudio
García Satur, dice: “oki, Isabelita, está bien,
dale reina, dormí bien tapadita, te despierto con el desayuno en la
cama”.
Yoel Eduardo está en la
vereda de Avenida Corrientes, se mete el celular en el bolsillo y encara para
La Giralda donde, en honor a lo que se va gestando entre su corazón y el de
Isabel Macedo, cenará un café con leche con dos medialunas de manteca.