El timbre del teléfono
lo despierta y Yoel Eduardo atiende: “¿China?” y le responde “Nabo, soy
Malala”. El llamado de su querida amiga es para recordarle que, el sábado
siguiente, de casa y quiere saber si viene solo o acompañado. Malala juega al
Hockey y estuvo preseleccionada en Las Leonas, entonces, Yoel Eduardo cree que
es el evento ideal para equilibrar fama. Abre la boca, la voz cascada de recién
me levanto no oculta el tono de orgullo: “Poné China Suarez”. Se queda callado.
Malala, también. “Con Z al final” aclara Yoel Eduardo. Malala no pregunta, su
voz serpenteante ha sido dominada por las pausas laguneras. En la inmensidad de
la laguna de Malala, flota la palabra de Yoel Eduardo: “Mirá, lo del bebé de la
China no te lo puedo confirmar, depende cómo estemos, igual al gordito no lo
cuentes para catering, come del frasquito. Corazón, te dejo, me tengo que rajar
al teatro”.
Ni bien corta, Yoel
Eduardo Whatsappea a La China Suárez
Yoel Eduardo: Se viene
un sábado a pleno
China Suárez: ¿
Yoel Eduardo: China vs
Leonas
China Suárez: (pulgar
para arriba)
Yoel Eduardo: Podemos
ir los tres, después te paso la dire y me pasás a buscar
China Suarez: Me parece
que estás confundido de persona.
Yoel Eduardo: (Carita
con guiñe de ojo) DI-VI-NA
China Suarez: Fijate,
tenés mal algo
Yoel Eduardo: Todo está
perfecto, vas a ver.
China Suarez: No quiero
ver nada, dejá de molestar
Yoel Eduardo: ¿Estás
con él? (Carita de enojado)
El mensaje aparece como
leído.
Yoel Eduardo: (Carita
de enojado Carita de enojado Una flor)
El mensaje no llega a
ser leído.
Yoel Eduardo se saca.
Tira el celular contra la almohada, le pega cinco piñas al colchón. Se
controla. Piensa en ella, se piensa con ella, en la foto del casorio de Malala,
como si ellos fueran quienes se casaran.