Yoel Eduardo sabe que no
puede fallar, nada de repetir errores pasados. Para su revolución del amor va a
nutrirse de información. La aparición de Nolo Meza lo llevó a interesarse en Agustina
Cherri. Y las señales siguen apoyando sus movidas de ficha: el celular de la
bella actriz figura en el listado de ciento noventa y cuatro teléfonos de
famosas que le pasó Gonza.
Pero, en esta
oportunidad, Yoel Eduardo no va a empezar a mensajear por WhatsApp sin antes
hacer un poco de inteligencia. Es un soldado del amor que aprendió que las
batallas se empiezan a ganar en la correcta planificación del combate.
Yoel Eduardo está de
pie, con la espalda apoyada contra una columna, a la salida de la sala donde
acaba de iluminar la obra. Aparecen el actor principal y el secundario. Tiene
visto que, siempre, tras terminar la obra, se detienen al lado de esa columna,
conversan unos minutos y se despiden. Eso mismo, hacen ahora. Yoel Eduardo, a
un metro de ellos, los interrumpe para preguntarles si saben algo de Gastoncito
Pauls. El actor principal contesta, mirando al actor secundario, haciendo como
que él le preguntó y no Yeol Eduardo, un simple operador de seguidor, que se
merece el enceguecimiento de sus ojos consagrados antes, durante y después de
la obra. A Yoel Eduardo no lo enoja el ninguneo del actor principal, ni
siquiera se da por enterado de ello. Yoel Eduardo, por el contrario, está feliz
porque el actor principal le cuenta al secundario que la separación de Gastón
Pauls y Agustina Cherri es definitiva. Yoel Eduardo se muere de ganas de salir
al ataque, la punta del pulgar derecho tiembla, pide entrar en acción. Yoel
Eduardo se auto-arenga paciencia, mantener la postura, está entre actores, no
puede romper un código de pares, recién va a poder moverse cuando el actor
principal avance hacia la puerta del teatro. Yoel Eduardo tiene los ojos
cargados y piensa, poético, “mis lágrimas, chufa chufa chá, Agustina, tu corazón lavarán.