lunes, 5 de diciembre de 2011

La Yumba, los súper héroes de Pugliese - Apertura que escribí para Radio América AM 1190, "Acaricia mi ensueño"



Siete de la mañana. Calle Luis María Drago y Avenida Corrientes, barrio de Villa Crespo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En esa esquina hay una plazoleta donde ya no están los muñecos de la orquesta de tango.

El sol ya cuela entre los edificios de Villa Crespo y los feligreses del bar no pueden sacar sus ojos, y sus lágrimas, de las vidrieras. Al otro lado del cristal, está la plazoleta diezmada, la triste representación de la doble muerte del maestro tanguero.

Es que al maestro, un flaco de anteojos y de andar lento, desde su muerte, se lo extraña horrores. Por eso, cuando se instaló en aquella plazoleta la orquesta de muñecos con el maestro en el piano, la ausencia se sintió un poco menos.

Pero esto, de no verlo nuevamente, los tiene mal. Es de lo único que se habla en la carnicería, el bar, la librería, la pescadería, los negocios de ropa y en la sede central del PC.

A pocos días del hecho, alguien se apiada y manda a producir nuevos muñecos e instrumentos. También se refuerza el vallado perimetral de la obra, se aumenta la intensidad de la luz y los del banco ofrecen instalar una cámara que grabe día y noche.

Todo se hace sin inauguración y gran parte de los vecinos recobra la calma.

Pero un viejo amigo del maestro sabe que la cosa puede empeorar si no toma cartas en el asunto. Y cuando piensa en eso, no está pergeñando un plan para cazar a los vándalos que rompieron los muñecos. No, el amigo del maestro, casi pisando los noventa, sabe que cortar las manos del verdugo no parará las ejecuciones. Sabe que la lucha que se viene es la misma de siempre: borrar de la memoria al gran maestro tanguero.

El viejo amigo tiene presente las escaramuzas que el maestro sorteó con sufrimiento: en los años treinta lo defenestraron por sentar en su orquesta una bandoneonista mujer, años más tarde se mofaban de él por innovar, eso que en la prensa llamaron tangos “raritos”. Más tarde lo persiguieron por agrupar a los músicos en un sindicato y, también, por ser del Partido Comunista. Y fueron más, muchas más las avanzadas y el maestro, piel y hueso, se mantenía firme, no podían voltearlo, mientras cada día se metía más en la piel del pueblo.

El amigo del maestro reconoce en la agresión de los muñecos de la plazoleta, la mano del enemigo eterno, ese presenta luchas acá y en el otro mundo al mismo tiempo. La batalla del otro mundo se la deja al maestro tanguero, pero la de acá, esa, es para ellos, para la liga de superhéroes de Villa Crespo.

A las nueve de la noche del martes, el anciano se cosntituye en la esquina de Camargo y Malabia. AL minuto aparecen los súper héroes: la travesti que se pasea por Corrientes y Gurruchaga vestida de micro-mini y saquito de secretaria, el sesentón del negocio del todo suelto de enfrente de la plazoleta, la china del lavarropas de Drago y Gallardo, el hijo del vendedor de pantuflas y alpargatas de Scalabrini y Corrientes, la florista de Ramirez de Velazco y Julián Álvarez, el canillita de Corrientes y Juan B. Justo, el vendedor de medias de la puerta del banco y el taxista que hace parada Warnes y Bravard.

A las nueve y media de la noche están todos los convocados y ahí el amigo del maestro dice “Bienvenidos a La Yumba”. Así se da comienzo al encuentro de esta especie de Liga de la Justicia de Villa Crespo.

Están en ronda. La reunión comienza bajo el amparo de una noche sin luna, más los focos rotos de tres faroles del alumbrado público y la extrema atención a los televisores de parte de los vecinos, ya metidos en sus departamentos.

La Yumba, liderada por el anciano, el amigo del maestro, pide a cada uno de los miembros que, desde esta noche, exijan al máximo sus poderes para proteger la estatua de la plazoleta con los muñecos del maestro tanguero y su orquesta. En cuestión de minutos, se reparten los turnos para efectuar las guardias. Nadie cuenta cómo lo hará, pero cada uno estará allí, invisible a los ojos del vecino y perfectamente visibles a los ojos del enemigo.

“La Yumba”, dice el anciano, “protegerá la memoria, con la fuerza de los acordes del tango de nuestro gran vecino, y amigo, el maestro Don Osvaldo Pugliese”.

El anciano lleva ambas manos al centro y los superhéroes de Villa Crespo estiran los brazos y hacen una apilada de manos y, con sus bocas, empiezan a interpretar el tango La Yumba en un tono que les sale susurrado.

Las ramas de los árboles de Malabia y Camargo se mueven como si las agitará un viento que no sopla.

Las ratas bajan de los árboles y abortan sus planes de abordar balcones por el puente de las ramas. Cuando los bichos llegan a la vereda, ya están con los pelos en punta, los bigotes duros como agujas y las colas torcidas de los nervios. En tropel, las ratas salen a calle traviesa, en sentido a Chacarita, con su alcahuetería metidas en sus hociquitos sucios. Antes de la medianoche, los enemigos se enterarán que La Yumba ha vuelto para defender, con su vida, la memoria de Osvaldo Pugliese.

Osvaldo Pugliese nació el dos de enero de 1905 .

02/12/11

La Yumba en un club de Villa Crespo: http://www.youtube.com/watch?v=Q3Sxshl2s6s&feature=related